Otra excelente cobertura de Asel, en esta oportunidad en la fiesta que brindo Gatillazo.
Una semanita preparándonos para la fecha,
repasando discografías; la de Gatillazo, sin duda, pero también la de
Aeropajitas y la de Loquero. Entrando en ambiente, que se dice. Era la segunda
vez que iba a ver a mis coterráneos desde que me viniera a Buenos Aires, aunque
Evaristo sea sin duda la persona que más veces a disfrutado sobre un escenario,
no en vano fue su Salve, con 12-13 tiernos añitos, el álbum que me
terminó de partir la cabeza y me metió definitivamente en eso del punk, después
de que el Cuando se come aquí de Siniestro Total comenzara a abrir
brecha. Recuerdos y vivencias amontonados de una personalidad que, con casi 54
tacos a la espalda y 33 escribiendo las mejores páginas del punk en castellano
-y alguna que otra en euskera y galego-, no sólo no decae, sino que parece
amontonar rabia, ironía y genialidad disco tras disco. Si bien pudiera pensarse
que con La Polla ya había hecho y dicho todo lo que hacía falta, lo cierto es
que Gatillazo nos sorprende cada año con un disco mejor que el anterior, y los
dos últimos, Sangre y mierda y Siglo XXI, merecen por sí mismos
un lugar de honor en cualquier colección punk que se precie. Muchas veces
comentamos entre amistades que agarrar la discografía entera de Evaristo, cada
una de sus letras, y juntar todas esas palabras en un libro conformaría uno de
los más completos volúmenes de filosofía política, de esas que te escupen con
ácido las verdades desnudas de esta dictadura total que vivimos bajo el nombre
de democracia. No es extraño que para no pocs adolescentes La Polla haya sido
la puerta de entrada al anarquismo.
Al concierto, en el duro barrio de Pompeya,
llegábamos algo tarde, en parte por la imprevisible frecuencia de los bondis
porteños -112, te odio desde que te conocí!-, en parte por tomar unas cervezas
a un precio algo más humano que el que acostumbran a clavar dentro de estos
locales ($50 el litro de algo tan malo como Quilmes!). Así que, tras un mal
cálculo, entramos cuando ya Loquero agitaba en el escenario, después de
perdernos un Agente Feldon del que leo por ahí que mereció la pena, y mucho,
para escuchar los tres últimos temas de esta histórica banda que nunca había
visto en vivo. Me jodió mucho, la verdad, y me quedé sin la mayoría de mis
temas favoritos. Y me jodió aún más la pésima sonorización. No sé si es la
acústica del Salón Rock Sur, o responsabilidad del sonidista de turno, pero lo
cierto es que mataron la tan peculiar voz de Chary, los agudos en general no se
escuchaban una mierda, y todo retumbaba mal, parecían más los ecos que se
escuchan cuando uno se acerca a varias cuadras de un recital al aire libre o
desde el baño. Eso, en una sala supuestamente preparada para que el rock
resuene hasta el último rincón. Otro tanto sucedió con Aeropajitas. El
comentario era generalizado: el sonido estaba matando el concierto. La banda de
Perú quedó seriamente desdibujada por ese mal sonido, que mejoró sólo para las
últimas cinco o seis canciones. Ahí se comenzó a escuchar -y entender- mejor la
voz de Macha y también algo mejor las guitarras. Todo parecía indicar que los
sonidistas utilizaban a las primeras bandas para experimentar y que la
estrella, Gatillazo, sonara en su punto, algo no muy equitativo, que digamos,
si realmente se hubiera tratado de eso -luego, como comentaré, nos dio la
sensación de que no se trataba de eso-.
En el descanso buscamos ubicación más tranquila y,
tras una espera que se hacía larga, por fin apareció en escena el monstruo del
escenario. Me llamó la atención la presencia de la ikurriña -bandera vasca- y
la bandera por el acercamiento de los presos vascos a Euskal Herria. La segunda
me pareció más normal, pero sospecho que la ikurriña sólo viaja con la banda
cuando salen de tierras vascas -aunque a pesar de todo siga existiendo
demasiado mal informado que no se cansa de llamarla “banda española”-, ya que
no es Evaristo muy amigo de patrioterismos. En estos contextos
latinoamericanos, sin duda, me parece correcto. Pero la cosa iba más allá.
A Evaristo uno puede esperar verlo con las
vestimentas más insospechadas, dudo que haya algo más punk que salir a un
escenario como el del Bilboko Gaztetxea -mítica okupa de Bilbao de los 80, que
tuvo que sufrir, además del desalojo, la más rastrera difamación de la prensa
burguesa vasca, lugar donde se grabara el no menos mítico album de MCD Bilboko
Gaztetxean-, salir, digo, con la camiseta de uno de esos trasnochados
pijamas de rombos marrones a dos tonos, feos donde los haya. No creo que mi
recuerdo sea fruto de los excesos etílicos, estoy seguro de que mi mente
adolescente de aquellos años registró correctamente esa imagen de Evaristo
vestido de aquella guisa; quizá algún día pueda hablar con él para que me lo
confirme. En esta ocasión, sin embargo, la vestimenta volvía a acentuar la
identidad del vasco-gallego: al más puro estilo aizkolari -cortador de
troncos-, con una camiseta blanca y pantalón oscuro, txapela -boina- en la
cabeza... llevaba en los pies abarkas!! Un punk en el siglo XXI con un calzado
rústico de hace mil años!! Sencillamente genial.
El bombardeo que vino después no desmereció
la puesta en escena. Los temas más contundentes de Gatillazo me iban haciendo
olvidar que mi cámara de fotos había volado -pensábamos que alguien en la zona
tenía una prodigiosa mano larga-. Entre mazazos de esos que ponen los pelos de
punta, como “Sangre y mierda”, “Esclavos del siglo XXI”, “Los chicos están
bailando”, “Guerra social”, “N° 1 en USA”, “Vendido” y tantos otros, sonaron,
como no podía ser menos, clásicos de La Polla. Tal vez no tantos como mucha
gente hubiera deseado, cuatro en total: “Lucky man”, “Johnny”, el infaltable
“Txus”, con una variación de esas geniales que sólo a Evaristo se le ocurren, y
“Odio a los partidos”, con una cariñosa referencia a la máxima mandataria
argentina, en una de sus clásicas joticas, que rezaba así: "¿Qué estás
haciendo Cristina? ¡Mala perra miserable! Dices querer a Argentinaaa...
mientras le chupas la sangreee”. No sé si cuatro son pocos, seguro que sí, pero
también es verdad que Gatillazo tiene ya una producción propia en la que ya se
empieza a hacer difícil dejar temas fuera de la lista. Claro que todes
estaríamos encantades de disfrutar de un concierto de cinco horas donde no
faltara ninguno de nuestros himnos favoritos, pero un concierto da para lo que
da...
El concierto, sin embargo, tuvo que
terminarse a falta de un par de temas, y es que, la efusividad de un público
que no paraba de poguear termino por tumbar parte de la valla de seguridad y el
cardiaco segurata tuvo que rogar por activa y por pasiva para que la banda
cortara antes de tiempo. No sé si con ese cierre precipitado Evas se iría muy
contento...
La manada, sin embargo, se retiraba
satisfecha a festejar con pizza y cerveza, más aún después de que,
sorpresivamente, mi cámara de fotos reapareciera superviviente tres mesas más
allá, seguramente pateada por alguien después de caerse de mi bolsillo.
Única nota negra de la noche, no me canso
de subrayarlo, el sonido; y es que finalmente tampoco Gatillazo sonó de lujo y
a Evaristo a duras penas se le entendían esas perlas que acostumbra a
regalarnos entre canción y canción -como su alusión a los cánticos futboleros
que suelen acompañar en Argentina a todos los conciertos, no muy del gusto del
Flipas, como ya hizo notar también en 2012 en el Malvinas Argentinas-.
Gracias, monstruo, se te espera de vuelta
pronto!
GATILLAZO - Odio los partidos
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